Saludos, caminantes.
Os contaba la semana pasada el gran fin de semana que pasé en mi primera visita a Madrid, para presentar "El espíritu del lince". Y apenas siete días después vuelvo a dedicarle una entrada a la ciudad del oso y el madroño. Esta vez mi novela me ha llevado al evento literario por antonomasia de nuestro país, la Feria del Libro. Y la experiencia, de nuevo, ha sido inolvidable en todos los sentidos.
Comencé la jornada del sábado encontrándome con un gran escritor y mejor amigo que también firmaba (en su caso, "Resurrección"). No fue difícil identificar a Ivan Mourin frente a la Fuente del Ángel Caído, saludarlo de nuevo y luego tomarnos un café para cargar bien las pilas ante la intensa jornada que se avecinaba. Hablamos de muchas cosas, pero imagino que Ivan comprenderá que fue la anécdota del chino "culeiro" lo que se me quedó grabado a fuego (jajajaja).
Con Ivan Mourin |
Estuvimos de charleta con varios conocidos más que había por la todavía poco concurrida calle donde se levantaban las casetas. Allí estaban Elena Martínez Blanco y Alberto Morán Roa.
Y luego, sobre las 12 del mediodía, tocaba ponerse a firmar. Al llegar a la caseta 209, la de Ediciones Pàmies, conocí al fin a mi editor, Carlos Alonso Pàmies. Un tipo amable, cercano y con el que rápidamente me sentí muy cómodo (porque después de todo soy un autor novel).
Con Carlos Alonso Pàmies y Santiago Morata, después de comer |
La mañana fue muy fructífera, a pesar de que la asistencia no fue masiva. Firmé un buen puñado de ejemplares mientras, de vez en cuando, algunos amigos se pasaban a saludar. Conocí así al escritor Mario Escobar, que vino acompañado de Miguel Ángel Moreno, a Armando Rodera e intercambié apretón de manos con Fernando Marías. Y lectores, muchos lectores.
Después de comer con Carlos Alonso y Santiago Morata, me dirigí a la segunda tanda de firmas. En la caseta 29, de la distribuidora UDL, firmé junto a François Pérez Ayrault ("Anochecer en El Puerto"), con el que charlé en los pocos momentos libres que tuve, entre firma y firma. Porque la tarde fue un exitazo. Los ejemplares de "El espíritu del lince" desaparecían rápidamente, uno tras otro, conforme la gente se paraba y lo ojeaba. Algunos incluso me decían que conocían la novela, o que incluso ya se la habían leído y les había encantado.
Y recibí más visitas de amigos:
Me resistí a marcharme cuando dieron las 8 de la tarde, pero el tren no espera. En la vuelta a Valencia me acompañó la satisfacción de haber vivido otra experiencia maravillosa, de haber cumplido una escena más de ese sueño que todo escritor tiene en su cabeza.
Así que, al final, solo puedo decir una cosa: Gracias, Madrid. Espero poder repetir otro año.
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¿Los ejemplares sobre los que firmaba? Desaparecieron casi todos al final de la tarde |
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Rubén Serrano, que se pasó a saludarme por la tarde |
Me resistí a marcharme cuando dieron las 8 de la tarde, pero el tren no espera. En la vuelta a Valencia me acompañó la satisfacción de haber vivido otra experiencia maravillosa, de haber cumplido una escena más de ese sueño que todo escritor tiene en su cabeza.
Así que, al final, solo puedo decir una cosa: Gracias, Madrid. Espero poder repetir otro año.