Hoy he decidido postear algo fuera de lo común: la crítica de la última película que ha pasado por el DVD de mi salón.
Estamos acostumbrados a que grandes historias nacidas en los libros sean adaptadas (las más de las veces no demasiado bien) por el mundo del cine. Todos estamos de acuerdo en que mayoritariamente la literatura es más prolífica en buenas historias, pero a veces surgen excepciones. A veces, en el cine nacen pequeñas obras maestras que cualquier escritor habría deseado firmar, y que para más colmo han pasado sin pena ni gloria (injustamente) para el publico mayoritario.

En este caso, me refiero a la última película que he visto, y que definitivamente me ha enamorado. Se trata de “La Fuente de la Vida” (The Fountain), un film con varios años a su espalda (2006), dirigida por Darren Aronofsky (padre de películas de culto como “Pi” y “Réquiem por un sueño”) e interpretada por dos actores que estamos más acostumbrados a ver en superproducciones, Hugh “Lobezno” Jackman (perdón por la broma) y Rachel Weisz (“La momia”, “El jardinero fiel”, “Constantine”…).
La Fuente de la Vida no tiene término medio. Quienes la han visto se posicionan en dos bandos: aquellos que han quedado encandilados y quienes la califican como un bodrio (yo, como he dicho, estaría en el primer grupo). En primer lugar, quien esté pensando en verla movido por este post, debe tener en cuenta que no se trata de una película al uso, porque aunque esté enclavada en el género de la ciencia-ficción no tiene ningún punto en común con lo que estamos acostumbrados a ver. Si queréis batallas espaciales y demás clichés (que a mí me gustan, aunque no dejan de ser lo habitual), olvidad esta película.

La Fuente de la Vida está más cercana a 2001: Una Odisea del Espacio (obra maestra donde las haya) que a Star Wars. Aborda la historia de tres personajes que son uno solo: Tomás, conquistador del siglo XVI a las órdenes de la Reina Isabel de España; Tommy, médico científico del presente, cuya mujer sufre un tumor terminal; y Tom, un peculiar astronauta del siglo XXVI. A los tres los mueve lo mismo: salvar a la mujer que aman, en sus diferentes encarnaciones (pista: no todas ellas humanas). A partir de ahí, todo es original cuanto menos, pero contado a un ritmo que los seguidores de combates con espadas de luz seguramente no tolerarán, pero que a buen seguro gustará a los lectores de novelas con cierto tinte filosófico y/o dramático. Las escenas de los tres personajes, pasado, presente y futuro, se suceden con fluidez, interconectándose sin suponer saltos incómodos en la narración, y con escenas emocionalmente muy bellas, de esas que te dejan un nudo en la garganta y la lagrimilla a punto de resbalar por la mejilla.

La profundidad del filme, al menos a mi modo de ver, es una delicia. La supuesta ciencia-ficción pasa pronto a un segundo plano (excepto en la parte final, con dos escenas impactantes) a favor del tratamiento preciosista (que levantó polémica en su día) y esperanzador del concepto de la muerte en relación con la vida, y siendo el amor quien enlaza ambos opuestos. El propio director la describió como “poema sobre la muerte”, una maravillosa definición. No quiero decir mucho porque considero que cada uno debería formarse una opinión personal sobre la película. Esa es su mayor grandeza, que está abierta a interpretaciones.
Aunque no cabe negar que, si esta película tiene un punto débil, es que habrían sido adecuadas algunas explicaciones a ciertos asuntos. Según he sabido por la red, estos eslabones débiles son debidos a los problemas que hubo en la producción y la falta de completa libertad del director (menor presupuesto y cambio de actores, que iban a ser Brad Pitt y Catte Blanchet, aunque tras ver a Jackman, creo que salieron ganando). Aún así, en conjunto todo casa realmente bien y las lagunas pueden ser rellenadas por la propia imaginación del espectador.

A pesar de lo dicho hasta ahora, visualmente no desentona. Los efectos digitales lucen como deben hacerlo, como complemento a la historia. Son agradables y, en el momento oportuno, muy espectaculares (ojo a la escena culminante).
No puedo dejar de hablar de los actores. Rachel Weisz está encantadora, solvente como en ella es habitual, pero es Hugh Jackman quien merece todo elogio (y como poco una mención al Oscar). No os resultará difícil quitarse por un momento de la cabeza a Lobezno (algo complicado en la mayoría de sus películas). Su interpretación es magistral (estremecedora la escena donde se “tatúa”), en cada uno de sus tres papeles.

Mención especial para la banda sonora. Soberbia, absolutamente sublime, tanto que no he podido dejar de conseguir el disco. Una bellísima interpretación a cargo del colaborador habitual del director de la película, Clint Mansell (conocido por la banda sonora del trailer de “El Señor de los Anillos, Las Dos Torres”, seguro que la recordáis porque fue un éxito y la han utilizado hasta la saciedad en anuncios de otras películas y series).
En resumen, a mi modo de ver “La Fuente de la Vida” es una película con una historia atemporal digna de cualquier gran clásico literario de todos los tiempos; una película deliciosa en lo técnico, genial en lo interpretativo, y preciosa en lo argumental, que llega a los corazones de aquellos que les gusta dejarlo abierto. Una pequeña, aunque bellísima, obra maestra.
Eso sí, no apta para quienes buscan la acción trepidante de las grandes superproducciones.
Lo mejor: -Casi todo: la historia, la interpretación, la narración, la música, la parte técnica.
Lo peor: -Casi nada: algunas explicaciones para completar ciertas lagunas