Saludos, caminantes.
Después de varios meses en el dique seco por motivos personales, imagino que muchos pensaríais que el blog había muerto. Pero no. Tierra de bardos vuelve a la acción y lo hace con una de sus señas de identidad: las reseñas.
Para iniciar esta nueva etapa he elegido una novela que leí hace unos meses, de uno de esos autores nacionales a los que les sigo la pista religiosamente. Se trata de La predicción del astrólogo, de Teo Palacios, publicada por Ediciones B este mismo año. Vamos allá. Bienvenidos, de nuevo, a Tierra de Bardos.
Hablar de una novela de Teo Palacios es hablar de una obra, como poco, trabajada. Después de un tiempo en silencio como autor, este escritor andaluz ha vuelto con fuerza después de un curioso experimento como fue El collar maya, novela publicada únicamente en formato digital y que se alejaba poderosamente de la histórica.
Y lo hace con La predicción del astrólogo, acercándose desde las lejanas tierras espartanas de su primer libro (Hijos de Heracles) hasta regiones que nos son más conocidas, y tiempos aunque todavía remotos, más próximos en el tiempo. Palacios retrata una época caótica como fue el siglo XI, concretamente lo que ocurrió tras el derrumbe del Califato de Córdoba, así como un personaje intrigante, Al-Mutammid, el último rey de Sevilla. Es momento de cambios, es momento de la aparición de los famosos Reinos de Taifas.
Fiel a mi costumbre de no desvelar demasiados detalles argumentales, no me extenderé en la trama, salvo para decir que Palacios la urde con la profesionalidad a la que ya nos ha acostumbrado (tampoco le íbamos a pedir menos). Estamos ante una historia, como no podía ser de otro modo, de pasiones de diversa índole: venganza, orgullo y, como no, amor. Y todo en torno a la predicción a la que alude el título, y que supone la punta de lanza de la novela. Es, por tanto, una historia épica pero a la vez intimista, porque no puede existir grandeza sin drama personal. El conflicto lo es todo cuando hablamos de literatura.
En el apartado técnico, nada realmente sorprendente, en el buen sentido. Esperaba encontrarme con el cuidado estilo con el que Teo Palacios me cautivó con su primera novela, y no me ha defraudado. El autor narra de forma sencilla y ágil, marcando con prosa potente los momentos más intensos; consigue algo que considero muy importante, y es que las emociones de los personajes salten al lector, para que este se sienta también protagonista. Utiliza para ello varios enfoques distintos, dividiendo la obra en diversas partes (hasta cuatro), la última de las cuáles está narrada en primera persona. Y es en esta donde ese énfasis emocional llega a su punto máximo. Es cierto que las numerosas y detalladas descripciones pueden llegar a abrumar a los lectores poco acostumbrados a la literatura histórica con tintes de recreación, pero a poco que se tenga un mínimo de experiencia en este género le resultará, más bien, algo de agradecer, pues Palacios logra transportarnos perfectamente a una época muy antigua y bastante desconocida para el público en general.
Y es aquí donde enlazo con el apartado de documentación. No soy, ni mucho menos, un experto en esos tiempos de nuestra Historia, así que cualquier fallo me puede superar. Sin embargo, la sensación que deja la obra es que está muy bien trabajada en ese aspecto, que Palacios conoce la época y sus particularidades, los lugares, etc... Se presiente un vasto trabajo de documentación, y que sin embargo, al menos en mi opinión, contiene una decisión errónea. Me refiero a una licencia que toma voluntariamente el autor: la utilización de nombres actuales para localizaciones que no tenían tales denominaciones en esos años. Teo Palacios lo justifica en el libro como un modo de facilitar la lectura a los no expertos, pero a título personal yo siempre prefiero ser fiel en esos detalles (aunque ello conlleve un esfuerzo al lector). Si lo somos en los nombres de los personajes, ¿por qué no en los nombres de ciudades, etc...? Sin embargo, como digo, esta es una impresión personal y por supuesto muy subjetiva.
¿Y qué hay, precisamente, de los personajes? Están muy bien desarrollados, tienen sus inquietudes y caracteres perfectamente definidos, y se dejan querer por el lector (lo que al fin y al cabo es lo importante), especialmente Ibn Abdun, quien se convirtió en mi preferido. Puede llegar a ser complicado de guardar en la memoria tal plantilla de protagonistas, sobre todo con nombres difíciles de recordar al principio (a pesar de lo expuesto con anterioridad), pero gracias al buen hacer de Palacios cada uno de ellos tiene una impronta propia que lo convierte en único, lo que facilita la labor. Cabe decir que, aunque la mayoría son reales, obviamente están inclinados hacia la ficción debido a la escasa información que ha quedado sobre ellos.
En definitiva, estamos ante una novela magnífica, que será disfrutada especialmente por los amantes del género, y que reafirma a Teo Palacios en esa cúspide de autores de novela histórica empeñados en recuperar nuestro pasado.