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Alcander, de Luisa Fernández

Ya está aquí... Legados

martes, 6 de noviembre de 2007

No quiero ver el final

Premio especial al relato más votado por los usuarios en el Certamen Anual 2007 GrupoBúho





Podría mentirme a mí mismo, sería sencillo decir que esto es sólo un bache, que existe una solución. Podría sonreír, poner al mal tiempo buena cara, y hacer como si nada. Mucha gente lo hace, muchos prefieren vivir en la ignorancia consentida, aferrarse a la monotonía.
El problema es que yo no soy así, y siempre creí que tú tampoco lo eras. De hecho, no hace tanto de aquel maravilloso día en el que prometimos que la rutina jamás tendría cabida en nuestra relación; aquel día en el que juramos que caminaríamos alzándonos sobre la mediocridad. ¿Han quedado tan sentidas palabras en el olvido? No quiero creerlo, pero las evidencias son claras. Ahora nos arrastramos agónicamente como dos perros en sus últimos momentos de vida.
Y la cuestión es que te veo ahí, echada sobre la cama, en apariencia dormida con placidez, y no puedo decirme más que aún te quiero. Y no es un alivio el saber que tú también a mí. ¿Acaso no me llamas todas las noches, en sueños? ¿Acaso no susurras mi nombre, entre gimoteos, y buscas mi lado de la cama? Me dices que me necesitas, pero sin embargo, yo nunca estoy allí. ¿Por qué nunca estoy allí?
Luego están los días. Te muestras como un témpano, distante, una frialdad con la que cargas durante toda la jornada, y allá donde vas. ¿Tanto daño te estoy haciendo? No me diriges nunca ni una sola mirada, como si yo no estuviera ante ti, como si ya no perteneciese a tu vida. Por supuesto, también han acabado las palabras entre nosotros, ya nunca más un “te quiero, Edu”. Te levantas sin darme los buenos días con un beso, sin despedirte cuando te vas a trabajar, como antes siempre hacías. Ni una sonrisa, pero sí llantos, cuando te quedas observando la foto de nuestra boda que, no sé bien porqué, aún conservas en tu mesilla de noche. ¿Por qué nunca me acerco a ti y te abrazo, cuando es lo que más deseo?
¿Cuánto hace que dura esto? Un año, creo. Un año en el que todo ha cambiado, en el que la proximidad, el roce, la pasión y el entendimiento han acabado. Un año huyendo el uno del otro. ¿Cómo hemos llegado a esto?
Y yo ya no puedo más, Verónica, este sin sentido me está consumiendo. He tratado de hablarlo, pero tú obvias mis intentos, nunca quieres escucharme, me ignoras sencillamente. Sea pues, ahora comprendo que nuestra historia ha acabado, quizás no sepa el porqué, pero ha acabado. Ya lo he aceptado.
Pero no me quedaré a ver el final. En lugar de ello me iré, antes de que pasemos de la fría indiferencia entre ambos a la odiosa discusión. No deseo eso, jamás, porque yo aún te quiero.
Sí, Verónica, me voy. Tengo un lugar esperándome, lejos de ti, lo presiento. Te lo digo, no sé si me escuchas, si te importa, o si es lo que realmente deseabas, pero me voy. Lo siento, siento que todo haya acabado así. Yo por mi parte atesoraré los buenos momentos, esos que aún me hacen sonreír. Siempre recordaré con ternura aquel día en las fiestas de tu barrio, cuando te torciste el tobillo y yo te llevé en brazos hasta la clínica, aun cuando no te conocía de nada. Aquella noche acabó con un beso, esta acabará con un adiós.
Adiós, Verónica, te quiero y te querré siempre.
***
Cuando Verónica abrió los ojos aquella mañana, justo cuando se colaban los primeros rayos de sol por la entreabierta ventana, le pareció que el día iba a ser, de algún modo, distinto. Lo era, estaba claro, pero fue más bien una sensación. Su vida, un camino bloqueado durante el último año, de repente le pareció despejado. Era como si se sintiera, al fin, capaz de seguir adelante.
Se irguió, aunque permaneció un rato sentada en el borde de la cama. Miró, como cada mañana, la foto sobre la mesilla, la foto en la que posaba junto a Edu el día de su boda: ella con el típico pero hermoso vestido blanco, él con el también habitual traje negro. Estaba guapísimo, pensó la mujer. Se sorprendió al advertir que este último pensamiento no había llegado acompañado de la esperada angustia, ni de tristeza alguna.
Todo eso había desaparecido, de la noche a la mañana.
Cogió su móvil, y llamó. Casi al instante, una voz respondió.
-Hola, cariño… ¿cómo estás hoy?
-Bien, mamá. Sabes qué día es hoy… ¿verdad?- dijo Verónica.
-Sí, hoy hace un año.
-¿Me acompañarás al cementerio?- preguntó la joven.
-Por supuesto, mi amor.
Verónica lloró aquel día frente a la lápida de Edu. Sin embargo, fueron lágrimas tanto de amor como de alivio. Ahora ya no lo recordaba agonizando sobre la camilla de la ambulancia, tras el accidente de tráfico. Ahora lo recordaba como fue en vida.
Ahora sentía que podía seguir adelante.





© 2007 Javier Pellicer Moscardó
Relato registrado en el Registro de la Propiedad Intelectual.

5 comentarios:

Miriam_Trustno1 dijo...

Hola, vengo de leer tu comentario, tienes mucha razón en lo que dices. Ahora Aznar y sus subditos callan o continuan especulando, no dejando que cierra la herida.

Interesante el contenido que tienes en el tuyo, ahora no tengo mucho tiempo para sentarte y leer los relatos. Pero, volveré.

Saludos, y gracias por dejar huella en tu visita.

Lyra06 dijo...

Me he pasado por tu comentario (a propósito, gracias) y acabo de leer este relato.

Es precioso. Muy triste pero precioso. Me encantan las historias que no se dejan entrever hasta el final en realidad.

Me seguiré pasando por aquí para leer tus historias y quizás alguna que otra cosa sobre cuatro hermanos irlandeses que ambos "conocemos".

Goodbye (8)!

josepat dijo...

Este relato m'ha encantat.de veritat es per escriure un llibre d'aquesta historia.Entretens molt be.Enhorabona!!

albahabla dijo...

Hola! Gracias por el comentario
Me gustaría poder leer la historia entera, pues la he empezado y ese tipo de historias me gustan, pero te escribo esto con prisa, así que cuando la lea te dejare un comentario con mi opinión.
Por cierto de las 3 fotos que hay abajo he visitado dos de esos lugares, el valle ene los Pirineos y el castillo en Irlanda. Muy bonito el último, aunque lo vi de lejos porqué no me apetecia compartirlo con cientos de masas de turistas, cuando una niebla y una llovizna lo cubre puede llegar a ser realmente fantástico. Me gustaría poderr volver algún día.


Bueno yo también seguire pasando y me voy que yo tenia prisa!!!!

Anónimo dijo...

:'(

Besos

Narración radiofónica de mi relato "Como hadas guerreras"