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viernes, 28 de agosto de 2009

Cuando ya no queda nada - finalista I Certamen relato de terror El arte de escribir

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Después de una pausa veraniega, vuelvo a retomar las riendas de Tierra de Bardos. Hoy os ofreceré un nuevo relato inédito, "Cuando ya no queda nada", finalista en la sección de terror del I certamen El arte de escribir (que, si recordáis, gané en el apartado de fantasía con "De la oscuridad nacerá la luz").
También aprovecho para deciros que habrá algunos cambios en el blog esta nueva temporada. Debido a que estoy metido con la corrección de una de mis novelas y con las colaboraciones en ilike magazine y H-Horror, he tenido que dejar de escribir relatos. Tengo unos cuantos inéditos en la recámara, pero obviamente se me agotarán, así que los dosificaré, combinándolos con noticias, promoción de amigos, reseñas, artículos varios y las entrevistas y críticas que realice para ilike magazine (que, obviamente, postearé luego de salir en la revista).
Y aprovecho para desearos una feliz (si algo así es posible) vuelta al trabajo.

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CUANDO YA NO QUEDA NADA
Javier Pellicer Moscardó
Finalista I certamen de relato de terror El arte de escribir


Una lápida; un nombre grabado: Claude Laford Narcise; dos fechas: 24 de agosto de 1978, 23 de junio de 1999; una vieja foto del difunto; ningún cadáver en el interior.

Esta es mi tumba, aquí me enterraron. Mi memoria está confusa, pero recuerdo que todo comenzó la misma tarde de mi boda, tras el convite. El malestar creció tan rápido que pasó de un simple mareo a las nauseas en pocos minutos. Antes de que acabara la celebración, escupía sangre por la boca. Ingresé en el hospital de Puerto Príncipe entre alaridos producidos por un insufrible ardor en el estómago. Eso sí lo recuerdo bien. El dolor nunca se olvida.

A la mañana siguiente, mi recién desposada mujer se convirtió en viuda. Pero yo seguía vivo, o eso creía. Escuché a los médicos certificar mi defunción; sentí el roce de la sábana sobre mi rostro; tirité, sin temblar, ante el frío del depósito de cadáveres. «¡Sigo vivo!», berreaba en mi cabeza. Pero nadie me escuchó. Nadie acudió en mi auxilio.

Al día siguiente se ofició mi funeral. Vi a mi madre llorar hasta caer desmayada; vi a mi padre con el rostro aún más pálido que el mío, y a mi esposa casi tan muerta como yo. Jean-Paul, mi padrino, mi mejor amigo, era su único apoyo. Al ver cómo sus brazos aferraban a Michelle, supe que tras su rostro de congoja se escondía una sonrisa: la del hombre capaz de cualquier cosa por conseguir lo que desea. Grité en silencio ante la traición, pero cuando el sacerdote terminó las oraciones y los encargados funerarios accionaron la polea, el miedo volvió a imponerse. «¡No!», aullé, mientras el ataúd descendía al fondo negro del hoyo. «¡No he muerto!».

Durante un tiempo casi sin fin, no hubo más que oscuridad y desesperación. La angustia se convirtió en locura y ató mi conciencia a la tierra, privándola de su merecido descanso. O tal vez el cielo no existía y aquél era el destino de todos los que morían.

Nunca supe cuántos días, semanas o meses pasé enterrado. El tiempo ya no pasa para mí como antes. Pero escuché el bienaventurado sonido de unas palas excavando. Una esperanza que creí extinguida volvió a nacer en mi pecho. «Se han dado cuenta de su error». Pero la realidad era mucho más escalofriante. Sentí que me llamaban con una demanda teñida de una crueldad desgarradora.

«Levántate», escuché. Y obedecí, pues aunque mi espíritu principal se revelaba, mi alma menor y mi cuerpo ya no me pertenecían.

Al salir de la tumba, con movimientos renqueantes y mecánicos, varios hombres me esperaban. Uno de ellos destacaba funestamente. No pude apreciar su rostro, una máscara de madera grande y terrible lo ocultaba; una máscara ceremonial que reconocí de las historias narradas por los viejos.

Aquel hombre era un bokor, un brujo vudú, y ahora yo era su esclavo. Comprendí al fin lo que había pasado. Jean-Paul había llegado a un acuerdo con el hechicero: le ofreció mi cuerpo y se quedó con mi esposa, condenándome a una prisión de carne y hueso. Me habían atrapado en mí mismo.

El bokor me vendió como esclavo a un terrateniente. Me transportaron a una plantación de coca, muy lejos de mi hogar, y allí trabajé sin descanso. Mi cuerpo no se quejaba, así que recolectaba en los campos mientras la luz del día lo permitía. Por la noche, me acurrucaba junto al campo, pero no dormía. Nunca más volví a dormir.

Permanecí en aquel lugar hasta que la plantación fue descubierta por la policía. Nadie se preocupó de mí. Era un engendro del que todos huían. Me abandonaron a mi suerte, sin siquiera atreverse a acabar con mi sufrimiento. Traía mala suerte, decían.

Vagué como una miseria andante que caminaba tembloroso y a trompicones. Mis ojos se mostraban tan ausentes como mi voluntad. Era un apestado, y todos los que se cruzaban conmigo se santiguaban y huían. Era una mugrienta piltrafa sin un lugar al que llegar y con el alma a medio camino entre dos mundos.

Y sin embargo, algo tiraba de mi esperpéntico cuerpo. Algo me devolvía a casa.

Ahora, con ojos vidriosos y perdidos en el no ser, miro mi tumba. Atisbo la población de barracas más allá del cementerio, el lugar que un día llamé hogar. Me acerco, es de noche y nadie me ve. Llego hasta la destartalada casa. El cuerpo se asoma a la ventana, observo. Hay una mujer, que un día fue mi esposa, y junto a ella un hombre, que un día fue mi amigo. Y entiendo al fin por qué he vuelto, y cuál es el sentimiento que me ha devuelto aquí, el único que permanece vivo cuando ya no queda nada. El odio.

También lo entendió Jean-Paul cuando miró mis ojos vacíos, mientras mis manos estrangulaban su garganta y se llevaban su vida en pago por la mía.


9 comentarios:

David Gómez Hidalgo dijo...

Buenas Javier,
pues hace tiempo que no me enganchaba tanto un relato. Creo que tienes ese don conmigo, jejejej.

No me extraña que fuera finalista. Me gustaría leer el ganador para poder comparar, jeje, aunque las comparaciones no son buenas.

Desde la primera linea nos metes en el relato. Los siguientes parafos son el gancho perfecto para que el lector no desista en su lectura y el final está muy bien resulto a mi entender.

Te veo muy, pero que muy ocupado. Suerte con todo lo que has comenzado. Aquí estaremos para seguir compartiendo buenos momentos.

Saludos.

Javier Pellicer dijo...

Hola, Bolzano,

Gracias por tus comentarios. Si te apetece leer el ganador, lo tienes en este mismo blog, busca en la sección de etiquetas de la columna derecha el título "De la oscuridad nacerá la luz". Son relatos completamente distintos, aunque supongo que ambos tienen mi estilo.
¿Ocupado? Eso sería decir poco, la verdad. Con un trabajo que me tiene de 7 de la mañana a 7 de la tarde, me queda poco para el resto; si a eso le sumas la corrección de mi novela, la preparación de artículos para las revistas (ilike magazine y H-Horror), y otras cosas de la vida personal... pues eso, no me quedan horas para dormir.
Pero ya se sabe, quien algo quiere algo le cuesta. A ver si llego antes de caer derringlado, jajaja...

David Gómez Hidalgo dijo...

Ya ves que mi memoria es la ostia. Por ponerte un ejemplo: he visto cinco veces la opera prima de Almenabar, Tesis, y la puedo ver hoy y creer que Noriega es el asesino, jajajaja.

Ya lo leí en su día. Ahora con la comparativa, supongo que dieron el primer premio al otro por la construcción que parece más trabajada que el de este. Pero que quieres que te diga, a mi me gusta más este. El inicio que tiene este no lo tiene el otro.

Saludos de nuevo.

PD: No te quejes por tener trabajo, jejejejejejje.

Anna dijo...

Me he deleitado leyendo.
Buena prosa.
Un abrazo.

Maribel Romero dijo...

Hola, Javier.
Felicidades por tu mención de finalista. Te lo mereces, el relato es muy bueno, sorprendente. Comienzas casi con un tópico, el temor que a todos nos produce la muerte, esa fantasía que manejamos al pensar que una vez muertos nos vamos a enterar de todo, "en esa caja que no me metan, que tengo claustrofobia", que no es más que el deseo de aferrarnos a la vida eternamente. Pero después das un giro inesperado con esa traición del amigo que nos sumerge en otro mundo, el de la brujería, los hechizos. Y por supuesto la venganza final. El relato es limpio, bien narrado y como te decían al principio engancha desde la primera línea. Me ha gustado mucho.
Un saludo.

Javier Pellicer dijo...

-Anna: Un placer tenerte por aquí. Un abrazo para ti también.
-Maribel: Muchísimas gracias por tu felicitación y tu maravilloso comentario. Encantado de que te unas al resto de caminantes por Tierra de Bardos. Un saludo.

Blanca Miosi dijo...

Magnífico, Javier, es un relato con ingredientes conocidos, al principio se piensa al leer que enterraron al hombre vivo, luego poco a poco se va desvelando el horror, que no sólo consiste en un asesinato cometido por su mejor amigo, sino la componenda para convertirlo en zombie. Y todo contado en primera persona. La verdad, es un relato magistralmente construido, llevas de la mano al lector recorriendo senderos hasta cerrar el círculo. Un clásico de horror al que no le falta nada.

Te felicito, es muy bueno.
Un abrazo, Blanca

ojoS iNfiNito dijo...

Hace tiempo no entraba a la red, y cuando lo hice no podía dejar de leerte, ERES BUENO EN VERDAD. felicidades mezclador de palabras, realmente tienes el don.

Javier Pellicer dijo...

-Blanca: Muchas gracias por tus comentarios tan generosos, amiga mía. Un fuerte abrazo.
-ojos iNfiNito: Es un placer que te pases por aquí de cuando en cuando. Y gracias por los ánimos. No sé si soy realmente bueno, o tengo el don de los bardos que tanto admiro, pero tus palabras son maravillosas. Muchas gracias.

Narración radiofónica de mi relato "Como hadas guerreras"