Vamos con un nuevo relato. Debo apuntar que si la publicación de mis relatos ha decaído un poco es principalmente porque tengo varios participando en concursos que demandan no haber sido colgados siquiera en internet, de ahí no poder mostrarlos (por ahora). También, mi creación de relatos ha sufrido un parón debido a que llevo entre manos otros proyectos, en especial alguna novela. Siendo así, saboreadlos bien, porque habrá pocos relatos de momento en el blog.
En este caso, os ofrezco "41", un relato inspirado por una famosa canción de Bruce Springsteen, que a su vez se basó en una historia real y terrible, una historia que demuestra la sinrazón que, a veces, mostramos los seres humanos. No es mi mejor trabajo, y necesita retoques, pero es un texto muy sentido.
Como siempre, espero que la disfrutéis.
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41
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Basado en el caso de Amadou Diallo
***
Ahora, tan cerca del final, todo vuelve a comenzar.
Amadou ha vuelto atrás en el tiempo, es de nuevo aquel día, hace ya tres años, en Conakry, cuando marchó. Kaidu, su madre, trata de ser fuerte, de no llorar, pero sus ojos aparecen rodeados de los más que evidentes estragos de toda una noche de llanto. “No llames la atención, hijo”, le ha repetido una y otra vez en los últimos días. “No le des motivos a esa gente para que te devore”. “Recuerda siempre quién eres y de dónde vienes”, le dice Saikou, el padre. Allí, junto al herrumbroso barco que iba a llevarse a su hijo lejos de ella, Kaidu no puede contenerse más. Madre, padre e hijo se abrazan.
Todos lloran.
Amadou sube al barco, tan sucio, oxidado y ajado que casi está convencido de que en cuanto dejen atrás la tierra, y todo sea agua, y el mar demuestre su poder, aquel cascarón, enorme pero viejo, no soportará el ímpetu de las olas. Se dice que el mísero pasaje, en un camarote donde se apiñan docenas de compatriotas, no merece que su familia haya sacrificado los exiguos ahorros de toda una vida. No es consciente de que en el lugar a donde se dirige no importan las esperanzas depositadas en aquel billete de papel, ni el dolor al separarse de aquellos a quienes se ama.
“No os preocupéis, todo irá bien. Encontraré trabajo, ganaré dinero y os lo enviaré siempre que pueda. Y algún día, cuando haya prosperado, os vendréis a vivir conmigo y volveremos a estar juntos”, les había dicho a sus padres cuando meses antes les comentó la posibilidad de viajar a los Estados Unidos. Sin embargo, Amadou está muy lejos de sentirse tan seguro como siempre trata de aparentar. Y ni siquiera es consciente de todo cuanto le espera.
Luego de incontables días de travesía por mar, malviviendo, la estampa de la tan gloriosa Estatua de la Libertad, que a tantos inmigrantes ha otorgado su bienvenida, le hace creer que en cuanto baje de aquel cacharro todo irá bien. Sí, sus sueños se cumplirían, no podía ser de otro modo en un lugar al que tantos antes que él habían marchado en busca de una nueva vida. No podía ser que todos ellos estuviesen equivocados.
Pero aquella dama y su antorcha resultarían ser sólo espejismos para Amadou, simples placebos. La brutal realidad, la única realidad, es que ha cambiado un territorio hostil por otro. Lo advierte en cuanto pone un pie en Manhattan. Los albergues para indigentes se suceden una noche tras otra, en donde, como un indigente más, se ve obligado ha convivir con todo tipo de individuo descarriado. Muchos no son agradables.
Algunos son peligrosos.
Al fin le sorprende lo que podría llamarse un soplo de relativa buena suerte. Gracias a un compañero inmigrante, alguien que conoce a alguien, consigue un trabajo. Comienza por vender baratijas en las calles de la ciudad: tijeras, dedales, ropa y artículos de imitación, fotos de los lugares emblemáticos para los turistas… un trabajo miserable, mal pagado, y que le hace correr más de una vez para huir de la policía.
Pero pasan las semanas, los meses, un año se va, y luego otro. Mal que bien, Amadou ha prosperado poco a poco, hasta que un día advierte que ha ahorrado lo suficiente para pagar el alquiler de un destartalado apartamento en el Bronx. No es más que un cuchitril, una habitación sin baño propio, con una dura cama y repleto de enormes cucarachas y goteras.
Y sin embargo a Amadou le parece el paraíso, aun cuando se vea obligado a compartirlo con otros tres compañeros de infortunio para poder pagar el alquiler. Sabe lo que es pasar las noches a la intemperie, soportando el frío intenso de las noches invernales de Manhattan, temblando de pies a cabeza mientras se busca el mísero calor de los cartones y con el recuerdo de aquellos a quienes ama en la distancia. La sucia y deteriorada habitación representa para él la certidumbre de que las cosas marchan hacia adelante, aunque sea a regañadientes. Se dice que resistirá en aquel lugar, con la ilusión de que, quizás en no demasiado tiempo, podrá al fin enviar los tan ansiados billetes de barco a sus padres.
Y sin embargo todo está presto a truncarse con la facilidad con que se rompe un jarrón.
Es pasada la medianoche, Amadou sale de su apartamento con la llana y única intención de dar una vuelta por el barrio antes de acostarse. Baja las crujientes y deterioradas escaleras con cuidado, pues las bombillas llevan fundidas desde hace semanas. El casero, como siempre, se ha desentendido de la avería; alega que por 500 dólares al mes de alquiler- una cantidad extraordinariamente baja en Manhattan, incluso para tratarse de viviendas en tan mal estado- no va a mover un dedo aunque se caiga el edificio a pedazos.
El vestíbulo, en cambio, tiene bastante luz, al menos la suficiente para que Amadou distinga al instante las cuatro figuras que se acercan a él con aire serio y decidido. El joven no tiene motivo alguno para temer, sus papeles están en regla, no ha sido detenido anteriormente ni tiene cuentas pendientes con ninguna banda mafiosa. Ha seguido al pie de la letra el consejo de su madre. Nunca había llamado la atención.
Y sin embargo aquellos cuatro hombres se dirigen, claramente, a su encuentro. Por puro instinto, Amadou reacciona del único modo que no debe hacerlo. Se detiene, da varios pasos hacia atrás, azotado por un repentino e inexplicable miedo. En cuanto el joven recula, los ojos de los desconocidos se agrandan, chispean, y en un movimiento fugaz y sincronizado, los cuatro desenfundan. Ahora cuatro revólveres apuntan a su rostro.
“¡Policía!”. “No, por Dios, no disparen”. ”¡Cállate!”. “No te muevas, negro. No hagas tonterías”. “N-no, por favor… tengo los papeles en regla…” “¡No hagas tonterías!” Una mano se desliza a un bolsillo. Saca algo oscuro. Los nervios se tensan. Las miradas chispean. Las manos se crispan y las pistolas se impacientan. El tiempo se detiene. Algo oscuro en su mano, mirada fiera de los desconocidos. Amadou comprende entonces su error. Demasiado tarde.
Los dedos se mueven por puro instinto. Se desata la tormenta. El acre olor a pólvora y el estruendo se adueña del vestíbulo. Cuatro truenos, a los que siguen otros cuatro, y luego otros cuatro, y otros cuatro…
Amadou no sabe lo que le golpea. Su mente ya no está en el vestíbulo para cuando su cuerpo toca el suelo. Tan cerca del final, ha vuelto atrás en el tiempo. Es de nuevo aquel día, hace ya tres años, en Conakry, el día en que marchó. Allí están sus padres.
Esta vez, sin embargo, no sube al barco.
***
¿Cuántas balas se necesitan para matar a un hombre?
41.
Ni una menos.
41 balas para acabar con una vida.
***
Amadou Diallo murió el 4 de febrero de 1999, en el vestíbulo del edificio donde vivía, a manos de la Policía de Nueva York. Según los cuatro agentes el joven guineano de 22 años no obedeció la orden de alto y sacó algo oscuro de un bolsillo. 41 disparos lo mataron en el acto. Cuando los agentes advirtieron cual era el objeto que Amadou había sacado del bolsillo, ya era demasiado tarde. Una cartera.
Amadou sólo pretendía identificarse.
TIERRA DE BARDOS, CIERRA.
Pero yo no desaparezco. A partir de ahora podrás encontrarme en mi WEB OFICIAL DE AUTOR pinchando en la imagen inferior. Allí os ofreceré más artículos, noticias, reseñas y todo el contenido habitual en este blog.
¡Muchas gracias a todos por estos años juntos! Os espero en mi nuevo rincón:
Ya está aquí... Legados
domingo, 7 de diciembre de 2008
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11 comentarios:
Triste realidad.
¿No sufres al escribirla?
Yo he sufrido al leerla.
Un abrazo, amigo mío.
Anna (BE)
"Como siempre, espero que la disfrutéis."
Y como siempre, la he disfrutado.
Desde luego hay veces en que los seres humanos no razonamos...
Muchos que decir no hay... Salvo que me parece un poco ensañamiento eso de que le dispararan unas 10 veces cada uno...
En fin, como bien dices, saborearé bien cada relato que pongas!
Por cierto.. ahora ya tengo una pensión (por lo de mi padre y eso...), así que ya tengo algo de dinero... ya te mandaré un email o algo, porque quiero conseguir tu otro libro que habías mencionado ;)
Besazos cielo!
Se me heló la sangre. Increíble que aún en nuestro tiempo sigan sucediéndose esta y otras aberraciones y abusos de poder. Salvo alguna errata, quedó magnífico, realista, crudo y directo. Bravo por conseguir transmitir. Un fuerte abrazo.
Amadou fue victima de su propia inocencia: triste, indignante y sucio final para quien pensó que podría haber seres humanos al otro lado de su horizonte. Pero su muerte no sera del todo inútil mientras alguien recuerde su nombre, ¡bravo por el ser humano que no le olvida!.
Hola Javii!! Nuevas fotos en mi blog! (sí, aunque parece mentira aún no lo tengo abandonado del todo al pobre... xD)
Hay una en especial que espero que te guste... ;)
Por cierto, si tegno tiempo igual te medio copio en el margen del blog, porque hoy me di de cuenta de que tengo demasiadas cosas y que lo podía ismplificar un poco.. ya veré ;)
Besazos!!
Tienes otros relatos buenos, tal vez mejores, pero este te atrapa con su naturalidad y con la tensión del final, que acaba sumiéndote en el horror y la injusticia a la que llevan los prejuicios y los estereotipos.
Me ha gustado mucho. Gracias por compartirlo, estando tan ocupado.
Un saludo
Jo, me alegro de que te haya gustado la foto! =D
El libro... eso del formato digital no me va, sobre todo si puedo leerlo en papel y tenerlo firmado. Quién sabe, a lo mejor dentro de muchos años te haces famoso y cuestan un dineral... espero que sí ;) ;) Además esta hª no la sé!!!!
En fin, ya te comentaré por el email cómo hacemos... A ver si me acuerdo y cuando te conecte te mando un correo ;)
Besos!!
Debo decirte que es un excelente relato, te mantiene a la expectativa de principio a fin. Es una triste suerte, pero lamentablemente no dejan de escucharse historias similares en la vida de estos inmigrantes.
A veces uno piensa que la salvación está por cierto camino, sin imaginar lo que en realidad puede depararnos.
Saludos y feliz día.
Flipante la historia y además tan real! Pobrecito con la vida tan perra que llevaba pensaba que nada podía ir peor.
Un beso!
Javier, te felicito por un relato tan bien contado. A pesar de que vas presagiando la tragedia, no se puede dejar de leer, no le sobró ni le faltó nada, de veras, me quito el sombrero.
Me ha conmovido.
Besos,
Blanca
Wiiiiiiiii!!!!! Ya tengo ganas de que me llegue el libro!!! x3 Desde luego es el "regalo" [autoregalo más bien =P] que má sganas tengo de tener =D
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