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Alcander, de Luisa Fernández

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jueves, 6 de noviembre de 2008

Seguimos sumando - LA PUERTA - Publicación en la antología HELLinFILM

Nueva mención, esta vez ha sido mi relato "La puerta", que ha sido elegido para participar en la antología HELLinFILM, junto con otros 29 trabajos, entre los más de 130 relatos que competían en dicho concurso. La novedad es que la antología sólo puede adquirirse a través del portal Bubok. Si alguien está interesado en adquirir un ejemplar, pinchando en la imagen de la portada de la antología, en la columna derecha de este mismo blog, se enlaza con la página de presentación del libro.
Y para celebrarlo, mi relato:

__________
LA PUERTA


La puerta no tenía nada de especial más allá de lo que representaba para Pablo. Se trataba de una simple hoja de madera blanca, adornada con unos ribetes que formaban dos cuadrados, uno superior y otro inferior. Nada más. Era tan común como cualquier otra puerta.
¿O tal vez no?
Alojada en el pasillo, se suponía que daba a un trastero. Se suponía, porque Pablo jamás había visto el interior de la habitación. Muchas veces le habían dicho al niño que no debía abrirla jamás. Sus padres no se cansaban de insistir, aunque nunca le explicaron el misterio alojado tras aquella puerta.
-Cosas de papá y mamá- le decían siempre, pero no más.
De todos modos, no tenía modo de abrirla, pues sus padres la mantenían siempre cerrada con llave, y mantenían ésta a tan buen recaudo que el chiquillo jamás la había visto.
Pero Pablo era un niño curioso. Solía ser un incordio para sus profesores, pues los avasallaba con sus constantes preguntas sobre cualquier aspecto que reclamaba su atención. Quería siempre saber la razón de todo, de cualquier fenómeno que encontrara intrigante o sencillamente interesante. Y el colmo del misterio era para el muchacho aquella puerta, hasta que llegó a convertirse en una obsesión. ¿Qué había detrás? Se preguntaba en cada ocasión que pasaba frente a la puerta. ¿Qué secretos guardarían sus padres? Y su imaginación de niño se desbordaba, y se planteaba mil y una explicaciones.
Teoría uno: obviamente, sus padres eran superhéroes, y allí guardaban sus uniformes. Y los guardaban a buen recaudo para mantener su identidad secreta. Algún día, cuando fuera más mayor, le hablarían de ello, le revelarían sus superpoderes, y le enseñarían a utilizar los que sin duda debía haber heredado. Poco importaba que sus padres no tuvieran la típica apariencia musculosa y gallarda de los héroes del cómic, poco importaba que fueran, en apariencia, tan comunes como cualquier otra persona.
Teoría dos: aquella puerta, como la del armario de su cuento preferido, daba a otro mundo; uno repleto de fantasía y magia, en donde a buen seguro sus padres eran gente importante. Quizás reyes en el exilio, que algún día volverían para reclamar lo que les pertenecía, un vasto reino que algún día Pablo heredaría.
Teoría tres: la puerta daba a una habitación angosta, un centro de control desde donde sus padres, que eran espías del gobierno, recibían la información de sus misiones. Como en el caso de los superhéroes, aquello era algo que debía mantenerse en estricto silencio. Sus padres querían, a toda costa, proteger a su hijo de cualquier espía enemigo.
Pablo formuló muchas más teorías en su cabeza, su imaginación era desbordante. Sin embargo, conforme pasaron los años, todas aquellas fantasías fueron perdiendo su fuerza, todas quedaron derrotadas por su innata curiosidad. Ya no le bastaba con especular.
Necesitaba saber.
***
El niño tendría por entonces doce años. Era de noche, sus padres dormían profundamente, Pablo se había asegurado de ello antes de poner en marcha su plan. Unos días antes un compañero de escuela, a petición del propio muchacho, le había enseñado un par de truquitos para abrir cualquier cerradura- un chico de bastante mala fama en el colegio, un profesional de los robos en las taquillas-. Las clases le costaron a Pablo la asignación semanal de dos meses, que sin embargo no dudó en pagar, pues la necesidad de saber era más fuerte.
Utilizó los dos alambres como le habían enseñado, pero el chiquillo estaba muy nervioso, y no logró mucho al principio. El miedo a ser descubierto y, sobre todo, la excitación por estar tan cerca de conocer el secreto, lo habían sumido en un estado casi taquicárdico. Logró serenarse un poco, y tras varios intentos más frustrados, al fin logró el deseado “clic”.
Tomó la manivela. Su corazón bombeaba tan deprisa que amenazaba con salírsele del pecho. Estaba a punto de satisfacer sus deseos…
…y entonces sintió un ramalazo de horror. Perladas gotas bajaron desde su frente, y comenzó a tiritar. Soltó la manivela preso de una angustia que no tenía razón de ser, cuando meros instantes antes casi saltaba de alegría ante la certeza de que hoy descubriría el misterio. Ahora en cambio no quería más que alejarse de la puerta.
Y lo habría hecho. Se dio la vuelta, dispuesto a volver a su habitación, o incluso dirigirse hasta sus padres y confesarles lo que había tratado de hacer. Pero entonces volvió la curiosidad, insaciable bestia que puso el contrapunto al miedo.
-No seas niña, Pablo- se dijo, entre susurros, a sí mismo-. Si no lo descubres hoy ya no lo harás nunca. Siempre tendrás miedo. ¡Tienes que ser valiente!
Así, Pablo creyó encontrar el coraje. Aferró de nuevo la manilla, y esta vez la bajó. La hoja de madera se abrió hacia adentro, primero sólo una rendija. Nada pasó, ninguna luz surgida de un mundo de fantasmas, ningún monstruo en busca de cerebros humanos, ni siquiera el típico chirriar de las bisagras, como en todas las películas de terror. Sólo la lógica oscuridad de una habitación cerrada y sin las luces accionadas.
Pablo se envalentonó y fue abriendo más y más. Nada, no vio nada, solo oscuridad. Sin llegar a traspasar el umbral, buscó a tientas una clavija, y la halló. La luz de una pequeña lámpara colgante iluminó entonces el habitáculo, destrozando toda ilusión del muchacho.
Efectivamente, aquella puerta no daba a otro reino de la existencia, era tan sólo una habitación vacía por completo. No contenía nada, ni un mísero mueble. Decepcionado, y un poco desconcertado, Pablo entró en la estancia, rascándose la cabeza y preguntándose al tiempo porqué sus padres habían puesto tanto énfasis en que no debía entrar jamás allí. ¡Pero si no había nada!
Se rió, de sus miedos absurdos, de lo iluso que había sido. Se dio la vuelta para salir de allí y entonces…
…no encontró la puerta.
No estaba, el hueco por donde había entrado sencillamente no existía, todo era pared, lisa, tan revestida del anodino papel como el resto.
El corazón volvió a brincar. El miedo volvió a presentarse, y esta vez ya no se marcharía. El pavor lo hizo enloquecer, Pablo se lanzó contra la pared; la golpeó, berreó, pidió auxilio a sus padres entre lágrimas, pero nadie se presentó a salvarle. Nadie.
Estaba solo, y en lo que fueron sus últimos momentos de niñez, comprendió que lo estaría durante toda una eternidad.
***
-Maldito crío- dijo el padre de Pablo, con aire indiferente, mientras observaba la blanca hoja de madera-. Le dices que no la abra y el imbécil va y la abre.
-¿Hay alguna posibilidad de sacarlo de ahí?- preguntó su esposa, no obstante con poco énfasis en su voz. No parecía muy preocupada por la suerte de su hijo.
-Sabes que no. Los destinos posibles son inimaginables. Puede estar en cualquier sección.
No lo discutieron más. Se tomaron de las manos y, como si nada hubiese ocurrido, volvieron a su habitación.
-Lástima- dijo el padre-. Era un niño inteligente… para ser humano.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchísimas felicidades por una nueva publicación más, en este caso en HELLinFILM.

Por cierto, temazo esmeralda!!!

Saludos,
Luis Tolkien

Víctor Morata Cortado dijo...

¡¡¡FELICIDADES!!!¡¡¡UNO MÁS!!! Desde luego estás en racha, amigo. Parece que las miradas van captando, por fin, el talento que albergas. Mi más sincera enhorabuena. Sigue así. Aunque parezca poca cosa, creo que es grandioso aparecer aquí y allá. Que se te vea y valore. Un fuerte abrazo.

4nigami dijo...

En fin, como lo he dicho anteriormente y como han dicho otros antes que yo... muchísimas felicidades ;)

Desde luego el relato merece estar entre esos 30... Siempre consigues que a mí también me recorra un escalofrío pensando qué le pasará al protagonista del relato =)

En fin, nada más que comentar... A ver si me paso por Bubok para hechar una ojeada ;)

¡Besazos cielo!

Cristina dijo...

Felicidadews!!!

Me ha encantado este relato...

Un saludo

Cris

Ana Vázquez dijo...

Felicidades, eres un no parar de relatos, debe estar ahí sin duda!! Muy sorprendentes las expectativas del niño, pobrecito...

Un beso!

Narración radiofónica de mi relato "Como hadas guerreras"