TIERRA DE BARDOS, CIERRA.
Pero yo no desaparezco. A partir de ahora podrás encontrarme en mi WEB OFICIAL DE AUTOR pinchando en la imagen inferior. Allí os ofreceré más artículos, noticias, reseñas y todo el contenido habitual en este blog.
¡Muchas gracias a todos por estos años juntos! Os espero en mi nuevo rincón:

A PARTIR DE AHORA PODRÁS ENCONTRARME EN MI WEB DE AUTOR

Alcander, de Luisa Fernández

Ya está aquí... Legados

sábado, 1 de noviembre de 2008

El Fotografo - finalista "Monstruos de la Razón"

Nueva mención. Esta vez, ha sido mi relato "El fotografo" el afortunado, como finalista en la categoría de terror del I Certamen Monstruos de la Razón organizado por el portal OcioJoven y patrocinado por Minotauro, Grupo AJEC y La Factoría de Ideas. En primer lugar, es de justicia felicitar a los ganadores, ha sido un concurso con bastante más nivel del que en principio imaginaba, y al resto de finalistas. Luego, toca agradecer al jurado por su mención, y por la oportunidad de publicar mi relato en la antología del concurso que en breve se publicará. Ya os daré más datos cuando los posea.

De momento, os vuelvo a colgar el relato mencionado por si queréis rememorarlo una vez más. Adecuado además para un día como hoy.

Y la prueba del delito:


_____________________


EL FOTÓGRAFO


La casa de William Ridge era, en sí misma, un museo con todas las de la ley. Obviamente, un museo de fotografía. Las paredes estaban todas ellas atestadas de miles de fotos, el fruto de sesenta años de incansable carrera. Las observé con admiración, como no podía ser de otro modo. Entre aquellas imágenes se congregaban más de seis World Press Photo Awards, y un sinfín más de premios del más alto nivel internacional.
-Encantado de conocerle, señor Bequett- me dijo el anciano, en tanto tomaba mi abrigo y lo colgaba en el perchero junto a la puerta, con la humildad de un servicial mayordomo.
-Oh, no, el placer es todo mío, sin duda- respondí yo rápidamente, pues realmente era lo que pensaba-. No todos los días se conoce a una leyenda.
-No seas tan generoso conmigo, ya no tiene que convencerme para que le conceda la entrevista- rió él, y yo acompañé su pequeña broma con una sonrisa.
Era cierto que me había costado Dios y ayuda conseguir aquella entrevista, pues Ridge era ante todo un hombre que gustaba de pasar desapercibido. Enfrentado por ello al fiero estilo de los papparazi de hoy en día, los periodistas de siempre no dudaban en apuntar que dicho carácter introvertido, ese hacer las cosas sin pretender notoriedad, le había valido ser el primero en llegar a una noticia. Yo era joven, apenas había traspasado el umbral de los treinta, un periodista agresivo de la nueva escuela, que sin embargo admiraba los logros conseguidos por aquel anciano.
-Son buenas- dijo de repente Ridge.
-¿Cómo?- pregunté yo, por instinto.
-Las fotos, digo.
-Ah, sí, claro…- balbuceé, y deduje que había permanecido en ese estado mío tan particular cuando algo me encandilaba.
-Las fotos, si se sabe cómo hacerlo, contienen la fuerza de los plasmados- comentó el anciano.
Su mirada fue, entonces, de una intensidad abrumadora, electrizante. Volví a observar un momento las fotografías. Sí, él tenía razón… había una gran carga de emociones en cada una de ellas: miedo, odio, desesperación, horror, miseria… todo cuanto podía encontrarse podrido en el mundo había sido fotografiado por Ridge. Había sido corresponsal en más de veinte conflictos armados y luego reportero gráfico en los suburbios de una Manhattan siempre peligrosa. Sabía bien lo que era el padecimiento.
***
Obtuve mi entrevista durante una agradable cena. Ridge me narró mil y una anécdotas en un tono cordial y ameno, casi como si hubiésemos sido viejos amigos. Su rostro de anciano, su aparente fragilidad, invitaba a la confianza. En él se veía reflejado ese abuelo encantador que todos hemos tenido.
Terminamos el café que él mismo había preparado, y durante unos pocos minutos seguimos charlando. Hasta que, en un momento dado, el anciano me sorprendió con una mirada intrigante y una sonrisa no menos enigmática.
-Poseo más fotos, señor Bequett. Éstas, sin embargo, no son precisamente adecuadas para el dominio público. Son demasiado… escabrosas.
-¿Más que la de las incursiones en Ia Dang, en Vietnam?- dije yo- Resulta difícil de creer.
-Compruébelo usted mismo, si quiere.
Ridge se levantó lentamente. Le crujieron los huesos, y lanzó un pequeño gemido en tanto dibujaba un gesto agrio en el arrugado rostro. Apoyado en su inseparable bastón, se dirigió a la escalera que daba al piso superior con paso cansino, y abrió una portezuela que daba a alguna dependencia debajo de los escalones.
-Este era mi cuarto oscuro, de la época en que aún se revelaban las fotos a mano- rió.
Le seguí la broma, y luego lo seguí al interior del habitáculo, que en principio era un pasillo escalonado que bajaba. Estaba parcamente iluminado con bombillas que colgaban del techo. La luz amarillenta de las susodichas aumentaba el efecto de sofoco y angostura. Además, en aquel lugar el aire parecía estar estancado, tenía un cierto regusto acre. No, no era un lugar muy agradable.
Me sentí entonces intranquilo. Lo atajé al ambiente opresivo, aun cuando jamás me había caracterizado por ninguna fobia a los espacios cerrados.
-No tema, señor Bequett- dijo Ridge.
Por algún motivo, su voz ya no me sonó alentadora como momentos antes. Entre aquellas paredes todo parecía más… tétrico. En mi mente me burlé de mí mismo, me tildé de estúpido y niño asustadizo de las sombras. Por Dios, pensé, ni que Ridge fuera un asesino o algo así. Si ni siquiera tiene casi fuerzas para caminar.
Unos segundos después habíamos llegado al verdadero cuarto oscuro de Ridge. Resultaba inconfundible: luz roja, fotos colgando de cordeles mediante pinzas, cubetas. Nada que se saliera de lo común…
…excepto el panel.
-Esas son las fotos, señor Bequett.
Al principio no advertí de qué trataban las fotos allí colgadas. A través de la escasa luz del lugar parecían retratos de personas, primeros planos. Pero no tenía sentido. ¿Por qué entonces Ridge había asegurado que eran tan escabrosas que no las había dado a conocer?
Fue al acercarme cuando entendí que no eran simples retratos. Observé que algunas imágenes eran muy antiguas, aunque estuvieran bien conservadas. Mostraban una Manhattan desconocida para mí, una Manhattan que, en buena medida, también debiera serlo para Ridge. Estábamos en el año 2012, y el fotógrafo tenía por aquel entonces setenta y cinco años. Sin embargo aquellas fotos mostraban cómo era la ciudad en los primeros años de siglo XX.
Pero nada de eso se me antojó verdaderamente importante. Aquello que realmente desgarró toda mi entereza, aquello que desgajó mi corazón como quien trocea una naranja… fueron los rostros de los fotografiados. ¡Dios Santo, jamás podría encontrar las palabras adecuadas! No existen para describir tanto horror. Todo eran personas jóvenes, no mayores de treinta años: mujeres hermosas, hombres lozanos, incluso niños. Todos sin embargo, mostraban un una expresión terrorífica. Algo surgía de ellos, algo que había sido captado por la cámara: un hálito tenue, casi insignificante, un vaho inmaterial pero no obstante presente.
Comencé a respirar exageradamente. Miré mis manos, temblaban, como todo yo, y sudaban. De repente no me llegaba el aire a los pulmones, un horror intenso se había apoderado de mí. La voz de Ridge me hizo girar la cabeza hacia su posición.
Definitivamente, ya no era una voz que calmara.
-Se lo dije. Las fotos contienen la fuerza de los plasmados… y su vida.
Reculé preso de un pánico sin sentido hasta tropezar con la mesa de revelado. Había perdido toda coherencia en el pensar, sólo sentía pavor hacia aquel anciano que en buena lógica bien podría haber apartado de un simple manotazo. Sin embargo, algo supuraba de su interior al mío que impedía mi razonamiento y excitaba mi terror.
-Verá, en algunas sociedades se cree que la fotografía hace mucho más que inmortalizar una escena. Algunos creen que las fotos roban el alma del fotografiado.
Vi ahora que Ridge portaba una cámara en su mano libre, que levantó hasta la altura de su rostro, apuntándome.
-He conocido tres siglos distintos. ¿Cómo cree que he vivido tanto, señor Bequett?
Vi el brillo de pura maldad en los ojos de Ridge antes de que éste accionara el botón; el destello del flash, que arrancó violentamente algo de lo más profundo de mi ser.
-Un espíritu delicioso, señor Bequett.

4 comentarios:

4nigami dijo...

Felicidades!=D
Ya te había dicho en su día que me encantara este relato... sobre todo por eso de la fotografía =P

En fin, sólo me pasaba =) Creo que soy la primera... jiji!

Por cierto, ya actualicé ;)

Besos cielo!

Víctor Morata Cortado dijo...

Enhorabuena!!! Me alegra ver que no te detienes en tu camino, cosechando un premio tras otro. Espero que esto no haga más que reportarte grandes beneficios literarios y repercuta muy positivamente en tu carrera como escritor. Ya se va acercando el día de vernos en las estanterías y escaparates;) Un abrazo.

Ana Vázquez dijo...

Así que las fotos roban el alma del fotografiado, muy buena frase. Mi enhorabuena por este relato brillante y su calificación con este premio.

Un besazo, he de seguir estudiando!

Marian Leis dijo...

grrrrr grrrrrr grrrrr....

Narración radiofónica de mi relato "Como hadas guerreras"