TIERRA DE BARDOS, CIERRA.
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Alcander, de Luisa Fernández

Ya está aquí... Legados

viernes, 17 de julio de 2009

El Heredero de la Luz + noticias

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Antes de comentar el motivo de la entrada semanal, os quería comentar una noticia. Desde este blog he apoyado desde hace semanas a la página web Horror Hispano, dedicada a la literatura de terror. Reciéntemente se realizaron las votaciones para elegir los relatos que participarían en el primer número de la revista oficial de la página (en la que participo con uno de los relatos, "Trofeos", y una crítica acerca de la serie de televisión "Hay alguien ahí"). Pues bien, hoy os comunico que la revista está ya en imprenta, en menos de dos semanas estará a la venta. De momento, podéis reservar un ejemplar en la siguiente dirección:

pedidos_fanzinehh@ymail.com

El fanzine cuenta con 34 páginas repletas de terror del bueno, especial para leer en plena noche. Su precio es de 3,50 más gastos de envío (vosotros elegís el tipo de envío) También se puede descargar la versión en pdf en Bubok, al precio simbólico de 0,75 euros:

http://www.bubok.es/libro/detalles/12649/HHorror

Os recomiendo la revista, en cualquiera de sus formatos. Además, con su compra estaréis ayudando a que Horror Hispano pueda poner en marcha su primer certamen literario, cuya dotación económica para el ganador vendrá de los beneficios de las ventas de la revista.

Una vez dicho esto, sigo con el tema principal de esta entrada. Hoy os ofreceré la primera parte de mi relato El Heredero de la Luz, texto que inauguró el maravilloso blog El Puente de la Fantasía, de mi buena amiga Cristina Puig, otra gran escritora. Os invito en su nombre a que lo visitéis si os gusta la fantasía, allí encontraréis un poco de todo: relatos (de gente aficionada y otros escritores consagrados), ilustraciones... cualquier cosa relacionada con la fantasía.
El Heredero de la Luz está escrito en un estilo "a lo Tolkien". Quería un toque a añejo, a épico. Tiene ya algún tiempo, pero lo recuperé cuando Cristina me pidió algún relato para su blog. Paralelamente, construí varias imágenes para acompañarlo (montajes en Photoshop), y hoy os presento la primera. Podéis pinchar en ella para verla en grande.
Espero que os guste, la semana que viene concluiré el relato.

Un saludo, caminantes.

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EL HEREDERO DE LA LUZ
Javier Pellicer





Inaer era el Padre de Todos Los Hijos y Señor de Solossëa, Hogar de los Itari, a quienes los hombres de los tiempos tempranos conocieron como los Inmortales Sin Mácula. Quién o Qué había antes o por encima de Inaer, nadie lo sabía, ni siquiera el propio Inaer.
Su nombre era reverenciado por el mortal y el dios, por el guerrero y el sabio, por el niño y el anciano. También Él amaba a su Reino y aquél que estaba apenas por debajo: Methlath, el mundo de los mortales. Muchas cosas bellas había en esas tierras, y tanto era así que El Padre De Todos Los Hijos lo tomó en su regazo vivificador; lo rodeó con un anillo formado por la bruma de la Fuente Eterna, una mágica cascada que nacía en el centro de la creación, y cuyas aguas bañaban toda existencia mientras recorría las arenosas orillas del tiempo.


Pero he aquí que en Solossëa vivían malignas criaturas con poderes apenas inferiores a Inaer. De ellos, muchos conspiraban contra el nuevo mundo, pues lo ambicionaban. Inaer hubiese podido aniquilarlos, pero el Padre de Todos Los Hijos poseía el Don de la Sabiduría, adquirido al ser sumergido tras su nacimiento en las aguas de la Fuente Eterna. Sabía, por tanto, que existía un equilibrio en la creación que no debía romperse. Su omnipotencia no podía ni debía ser utilizada a la ligera, pues tanto poder desatado podía desencadenar una terrible catástrofe que arrasaría a Dioses y hombres.


Y sin embargo, Methlath precisaba de un defensor, alguien que luchara por los mortales y les insuflara valor con su ejemplo.
Inaer eligió en primer lugar el arma que portaría el campeón. Fue forjada por el mismo Inaer. Utilizó el fuego del corazón de Methlath para calentar el místico vellminhe, un metal que sólo existía en Solossëa, de modo tal que el arma tendría un vínculo esencial entre ambos reinos. Luego, moldeó el candente acero durante toda una era de largos años, pues el tiempo poco significaba para los Inmortales Sin Mácula. Con cada golpe, las chispas que escaparon del metal se transformaron en los brillantes luceros que a partir de aquel día cubrieron el firmamento de Methlath. Así nacieron las estrellas, y así fue creada la Lanza, cuyo nombre sería Solussan, La Luz.

Era lanza pero a su vez era espada. Su punta alargada se convertía en hoja, y era resplandeciente como el eterno titilar de las estrellas. Virtud para el bondadoso y castigo para el malvado, nada podía resistir el embate de su filo o el acierto de su punta. Cuando era lanzada con poder, La Luz siempre, como un amante fiel, regresaba a la mano de su señor. Tal era su virtud y su poder.
Pero he aquí que ante la fuerza imbuida en el arma —una parte de la propia esencia de Inaer—, y no al no desear que ésta cayera en manos maléficas, el Padre de Todos los Hijos imbuyó un certero hechizo en Solussan.



—Sólo y nadie más que aquel que demuestre dignidad, arrojo y amor por los desvalidos podrá empuñar La Luz.
Y siendo así, el Portador de Solussan tuvo que forjarse del mismo modo que lo hiciera el arma.
El elegido se llamaba Elphien.
El hijo más querido de Inaer.


Fue así como el niño Elphien fue educado para ser el Portador de La Luz, Protector de Methlath. Tal tarea debía, necesariamente, ir acompañada de grandes hazañas que demostraran su valor y nobleza, pues no de otro modo podría ser digno de alzar Solussan.
Durante muchos años, Inaer puso a prueba a su amado hijo con múltiples y terribles pruebas, en las que recorrió los Seis Reinos Místicos de Solossëa. El muchacho, de temperamento rudo pero a la vez noble, luchó con los Trolls Rugientes que habitaban en la Montaña del Trueno por el rescate del Espejo de Oro de la Diosa Inneas; se vio enfrentado merced a la perfidia de su primo Niergoth, Maestro de la Brujería, a la terrible diablesa Tellenya y su inseparable Dragón de Huesos; defendió a cien infantes de los terribles Demonios de Sombra del Abismo Insondable; medió entre la guerra que habían provocado Llichan y Llessthat, los Hermanos Condenados, licántropo uno y vampiro el otro, y que amenazaba con arrasar la región de Thrack’onnea… Éstas y muchas otras fueron sus aventuras cuando no era más que un adolescente, y en todas salió victorioso.

Y sin embargo, Inaer seguía sin considerarlo preparado. Y aunque reverenciaba a su padre en profundidad, y lo tenía por el más sabio entre los sabios, el joven y siempre impetuoso Elphien comenzó a cuestionarse si en verdad algún día sería merecedor de la dicha de portar La Luz.
Tanto fue así que un día buscó el consejo y el vaticinio de las únicas criaturas que, más allá de Inaer, podían aclarar sus dudas. En las orillas del Río de Plata, por donde corrían las aguas de la Fuente Eterna, los encontró.
Se los llamaba Grajos del Destino, porque eran custodios de los acontecimientos que, desde los hombros de la Estatua de las Eras, contemplaban en las aguas del Río. Se decía que nada les era vedado, que todo cuanto ocurría en el Cosmos estaba a su alcance. Dru, Agama, Ginneanna y Mollvena eran sus nombres, pero nadie, ni siquiera los Dioses, les llamaban de tal modo. En las aguas del Río de Plata se narraba la antiquísima historia de la creación. Cuando más cercano a la Fuente Eterna, más atrás en el tiempo se retrocedía. Y en tanto se contemplaba más allá, hacia la desembocadura del Río, los Grajos podían adivinar el devenir futuro, quizás incluso el desenlace de todo lo existente.

No era el pasado lo que había ido a buscar el joven Elphien, sino el futuro, una esperanza para continuar luchando por La Luz. Y dicho conocimiento sólo era poseído por Inaer y los Grajos del Destino. Y era bien sabido que Éstos, en ocasiones, y según sus propios intereses, otorgaban vaticinios sobre lo que estaba por acontecer.


—Para ganar el derecho a La Luz, antes debes conocer la Oscuridad de la Muerte —le hablaron las tres criaturas al joven inmortal, aun cuando Elphien no había formulado aún pregunta alguna.
—Habláis poco y decís menos, Señores del Río —respondió el joven.
—No podemos revelar más. La historia debe crearse paso a paso, el camino recorrerse sin ser conocido de antemano.
—¿Debo morir para ser digno de Solussan? ¡Bien, así será si es mi destino! ¡Lo afrontaré con el valor de un Hijo de Inaer!

Marchó Elphien de regreso a las Salas Sin Fin del Señor de los Itari. Allí, contemplando la anhelada Solussan, tan hermosa en su pedestal de bronce, se preguntó si llegado el momento tendría el valor de morir por su derecho al arma. Si bien no profesaba miedo a ningún enemigo en aquel reino ni en otros, sí sentía el pavor a la indignidad de la derrota en combate. Pues para que un dios de Solossëa muriese, se necesitaba la herida de espada o lanza, ya que ni ancianidad ni enfermedad podían cebarse con la carne inmortal.
Sus cavilaciones fueron rotas por un cuerno de alarma. Tambaleándose, entró en la Sala el bravo Othalo, uno de los guerreros más veteranos y valientes de todo el reino. Y lo vio Elphien cubierto de las heridas de una batalla.

—Mi amado Elphien… he sido emboscado por los Trolls Rugientes… esos mal hallados rufianes han secuestrado a mi hija Amarah antes de que pudiera vencerlos… muchos cayeron ante mi espada, pero no antes de que se la llevaran… —y entonces el anciano murió en sus brazos.
El corazón de Elphien lloró con la muerte del bravo guerrero. Pero la pena quedó relegada en pos de la alarma y el enojo. La gentil Amarah, La De Los Cabellos Dorados, la más hermosa de las Diosas; Amarah, la Muchacha del Esplendor, tan bella que por donde caminaba crecía el bienestar y la alegría verdadera; aquella que realzaba los sentimientos más nobles de las criaturas, fueran dioses, mortales o bestias; Amarah, que era tanto el oro de la sonrisa de un niño como el consuelo a la madre afligida; Amarah, a la que Elphien amaba con todo su corazón inmortal.
Jamás Elphien sintió tanta furia y decisión. Su pecho ardió, sus dudas desaparecieron como el humo arrastrado por el viento. Y tal era su renovada voluntad, tanta su resolución por salvar a su amada, que sin siquiera atender a cuanto hacía tomó La Luz entre sus fuertes manos. La alzó por encima de su cabeza, mientras bramaba y juraba por la salvación de la Diosa secuestrada.
—¡Jamás permitiré tamaña felonía! ¡No mientras mis piernas me sostengan y mi corazón siga latiendo! ¡Preparaos, viles Trolls! ¡Elphien marcha en busca de su amada!
Su grito de guerra resonó allende los rincones Solossëan, y toda criatura maligna sintió el terror en carne propia, y temblaron, pues pensaron que la muerte se avecinaba sobre cada uno de ellos.
Así marchó el Hijo de Inaer, pleno de rabia y decisión. Y sólo, pues no aceptó la ayuda de nadie. A una orden del Padre de Todos Los Hijos, nadie insistió.
—Ésta, y no otra, es su Hazaña Final —dictaminó el Dios de Dioses—. Suya será la victoria, o la derrota. ¡Así ha hablado Inaer!
Y todos respondieron al unísono.
—¡Y la Palabra de Inaer es ley!

(concluirá en la próxima entrada)

Imagen: montaje del autor.

2 comentarios:

Darío dijo...

Esperamos la continuación.

Sobre el tema del fanzine (o revista, como gustes), he de decir que me ha llegado la prueba de impresión que había pedido y es realmente atractivo. Víctor Morata hizo un gran trabajo con la portada, y el maquetado ha quedado mejor de lo que yo mismo esperaba. Pero lo realmente bueno está en las obras de los que habéis resultado elegidos, porque lo convierten en una publicación seria y de calidad literaria muy alta. La primera edición seguro que volará mucho antes de lo que esperábamos, ya que tenemos bastantes reservas hechas, así que podremos convocar ese concurso de relatos en el que estamos volcando toda la energía ahora mismo.

Gracias por la reseña, y sobre todo por tu aportación a la publicación.

¡Y FELICIDADES POR TU ÚLTIMO CERTAMEN GANADO!

Cristina Puig dijo...

Hola Javier,

Enhorabuena por lo del fanzine, ahora mismo voy a verlo. Leí el relato que enviaste y me gustó muchísimo. Muchas gracias por la mención del blog, te quedó genial el fotomontaje y el relato es una pasada. Un abrazo,
Cris

Narración radiofónica de mi relato "Como hadas guerreras"